Hace unos días que volví del desierto, una aventura que pude vivir gracias a las expediciones de Oliver Trip. Sin duda un viaje muy especial en el que he vivido muchas experiencias y aprendido muchas cosas, pero hay una en especial que no deja de sonar en mi cabeza:
“la prisa mata, amigo”
El lema que describe a la perfección la filosofía de vida bereber.
Además de enseñarnos el desierto del Sahara y adentrarnos en su cultura, nuestro amigo Moha nos hizo otro gran regalo, uno de valor incalculable. Un día nos dijo algo que se me quedó grabado a fuego:
“vosotros tenéis relojes, pero nosotros tenemos el tiempo”
Y lo dijo así, como si nada. Con esa naturalidad que lo caracteriza, quedándose tan pancho mientras yo me comía con patatas la gran verdad que acaba de escuchar dándole vueltas y vueltas a la frase pensando en cuánta razón tiene.
Vivimos nuestro día a día como si fuera una carrera. El estrés, las prisas y la urgencia por alcanzar resultados nos hacen llevar una vida al máximo de revoluciones y esto no hace más que perjudicarnos. No nos permite ser conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor, de los pequeños detalles. Estamos siempre pensando en qué viene después sin saborear el presente y así resulta que lo que se nos está pasando es la vida y no nos estamos dando ni cuenta.
Es muy difícil describir la sensación. Es como si tu modo de vida, el que hasta ahora considerabas eficaz, se desmoronara en un segundo cuestionando cada una de tus acciones y objetivos. De repente te das cuenta de que vivir pensando siempre en el futuro te hace vivir ausente de la realidad, siempre con prisa y acelerando acontecimientos. En definitiva, te hace perderte el presente. Un presente que nunca volverá y que hasta ahora has estado malgastando.
¿Cómo no me había dado cuenta hasta ahora?
La primera vez que fui realmente consciente de que estaba viviendo al 100% el presente sin analizar más allá, me sentí más viva que nunca. Había conseguido impregnarme de la filosofía bereber y me sentía tranquila, en paz y feliz. Estaba a lomos del dromedario haciendo el camino de vuelta del desierto después de ver uno de los amaneceres más bonitos que he visto en mi vida. A diferencia del camino de ida, que me lo pasé haciendo fotos y hablando con mis compis, en el viaje de vuelta me limité a vivir el momento. A observar e incluso escuchar el silencio, disfrutando de ese instante que sabía que ya nunca se repetiría.
He ahí la magia de este lugar. Un lugar donde todo sucede lento, un lugar que sorprende y que te da todo sin pedir nada a cambio. Un lugar donde se puede disfrutar de cada momento del día y donde puedes conectar contigo mismo. En definitiva, un lugar donde puedes vivir plenamente.
Fue en ese momento cuando me di cuenta de que la vida vivida desde su punto de vista, es mucho más vida. ¿Cuántas cosas nos habremos perdido por ir tan rápido? Ya no quiero correr más, no quiero más prisas. Esa la lección que me ha enseñado el desierto, que cada cosa venga a su tiempo porque la prisa, mata.
Siempre lo digo, quien regresa de un viaje nunca es quien se fue. Todo viaje te cambia y este no iba a ser la excepción. El ejemplo más claro es el cambio que sufrimos nosotros mismos al llegar al desierto. A pesar de ser de noche, llegamos a casa de Moha revolucionados, haciendo mil preguntas y sin parar de hablar, reír y hacer el tonto. Nada que ver con las personas que se fueron de vuelta a casa. Personas en paz, silenciosas, observadoras disfrutando del entorno y del momento, del aquí y el ahora sin querer adelantar que otro momento llegara acabando con ese magnífico presente.
Como explicaba en mi anterior post, es mejor vivir experiencias que comprar cosas y este viaje es una gran muestra de ello. Porque además de haber vivido una gran aventura recorriendo sitios sorprendentes de Marruecos, lo mejor de todo es que he vivido experiencias maravillosas y he tenido el placer de compartirlas con gente extraordinaria.
¡Choukrane equipo y hasta pronto Insha’Allah!
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Estoy fascinada con tus vivencias.
Me gusta mucho cómo lo transmites…
De pequeña quiero ser como tú!!!
Me encanta sentirte feliz!!
Un abrazo.
Diana <3
<3 Cómo me alegra leerte! Muchas gracias bonita! :-) Un abrazoooo!
¡Enhorabuena por el artículo, Susana! y, sobre todo, ¡enhorabuena por tu reflexión!
Estoy totalmente de acuerdo en lo que cuentas, en cómo un viaje puede llegar a hacer que te replantees incluso tu día a día… y, más que nada, estoy de acuerdo en que la persona que sale de viaje no es la misma que regresa.
Viajar, conocer a gente de otros lugares y con distintos estilos de vida, relacionarte con las personas del lugar e interesarte en saber cómo viven y cómo es su día a día es una forma brutal de darte cuenta de si estás haciendo lo que realmente quieres hacer con tu vida o, simplemente, te estás dejando llevar por la corriente.
Me alegro muchísimo de que este viaje te haya calado tan hondo y que te haya ayudado, porque es signo de crecimiento como persona 😉
Un abrazo enorme y, de nuevo, mil gracias por compartirlo con todos.
Bea
¡Gracias Bea!
La verdad es que ha sido una experiencia que estoy segura de que nunca olvidaré. Todo viaje te aporta algo, pero este en especial me ha aportado muchísimas cosas. Desde todas las grandes lecciones que he aprendido por el camino, hasta el honor de conocer a un grupo de personas maravillosas con las que he compartido cada experiencia. ¡Ha sido una aventura de 10!
¡Un abrazo!